Éstas podemos dividirlas según según si la crisis se origina en una zona determinada del cerebro o bien dichas descargas afectan a la vez a varias partes del cerebro. También podemos diferenciar entre aquellas crisis que se originan sin existir evidencia de alteración en el sistema nervioso o en las que sí existe.
Según esto que hemos visto, podemos hablar de crisis parciales o focales cuando la crisis epiléptica tiene su comienzo en un área limitada del cerebro, pudiendo acompañarse de síntomas de tipo motor, sensoriales o psíquicos. Este tipo de crisis son las más frecuentes, y podemos dividirlas, a su vez, en:
- Simples: son aquellas que ocurren sin ningún tipo de pérdida de la conciencia, pero si con alteraciones motoras o sensoriales, pudiendo ir acompañadas de sensaciones fóticas (relacionadas con la luz), gustativas, de calor o de hormigueo o adormecimiento.
- Complejas: al contrario que las anteriores, y como consecuencia de una afectación de estructuras cerebrales más complejas, en este tipo de crisis sí existe pérdida de conciencia, acompañada o no de sensaciones de miedo, problemas de memoria o cognitivos, alucinaciones o movimientos involuntarios de diferentes partes del cuerpo.
Por otro lado nos encontramos con las crisis generalizadas, las cuales constituyen descargar que afectan a la vez a más de una zona concreta del cerebro, produciendo pérdida de la conciencia que en muchas ocasiones cursa junto a reacciones motoras anormales.
Pueden ser primarias, que es cuando las crisis epilépticas se presentan de forma simultánea por todo el cerebro, o secundarias que, por el contrario, es cuando la descarga se origina en una parte determinada del cerebro y posteriormente se va extendiendo al resto del cerebro.
Así mismo, pueden presentar o no trastornos motores mientras duran las crisis. En el caso de que se manifiesten estas descargas motoras podemos encontranos con diferentes tipos de alteraciones motoras, como por ejemplo las mioclonías masivas bilaterales, que consisten en sacudidas involuntarias de las extremidades de duración breve y que ocasionean movimientos violentos en el pequeño.
También pueden darse crisis clónicas, en las que el niño pierde la conciencia y se producen contracciones musculares que se repiten de forma rítmica, o crisis tónicas, donde existen contracciones tensas sostenidas en los músculos sin que se muevan.
Finalmente, dentro de las crisis convulsivas, también pueden darse las llamadas crisis tónico-clónicas, las cuales se conocen también con el nombre de «crisis de gran mal». La duración de estas crisis oscila entre los 5 y 10 minutos, existiendo una pérdida total de la conciencia.
Se divide en dos fases, siendo la primera la fase tónica, la cual en alguna ocasión se da después de un dolor intenso en el abdomen y sensaciones de mareo. Se da una contracción intensa de todos los músculos del cuerpo, acompañada de una desviación de la mirada (al dar la crisis, los pequeños tienden a mirar hacia arriba), elevación de los brazos y espamos en la largine, lo que hace que se emitan diferentes gritos agudos e intensos (llamado «grito epiléptico»).
Después de esto llega la llamada fase clónica, durante la cual se producen varios movimientos convulsivos repetidos en brazos y piernas, así como incapacidad para controlar el pis. Después de esta fase, llega un breve periodo comatoso seguido de una fase de sueño tras la cual el niño se encuentra desorientado y confuso, con dolor de cabeza, muscular y dificultad para recordar lo ocurrido.
En el caso de que la crisis no curse con ningún tipo de descarga motora, podríamos encontrarnos crisis atónicas en las que se llevaría a cabo una pérdida de la conciencia y disminución del tono muscular, lo que ocasiona que el pequeño se desplome pudiendo producirle daños importantes debidos al impacto. Por otro lado, las crisis acinéticas tienen, igualmente, una pérdida del movimiento y hacen que el niño caiga al suelo, aunque no existe afectación del tono muscular.
Las ausencias, llamadas hasta hace poco «crisis de pequeño mal», son muy características de la infancia y suelen desaparecer antes de los 15 años aproximadamente. Durante las ausencias disminuye la conciencia (pudiendo llegar incluso a suspenderse) durante unos 2-15 segundos.
Nos damos cuenta de que el niño está teniendo una ausencia porque deja de hacer lo que estaba haciendo, permanece quieto durante ese tiempo, y al concluir la crisis se encuentra desorientado. Pueden darse alteraciones como palidez de la piel, incapacidad para controlar el pis o la saliva, es necesario acudir con un médico especialista para empezar el tratamiento lo más rápido posible y evitar daños neurológicos a largo plazo.
Como podéis ver, al hablar de epilepsia no hablamos siempre de lo mismo, sino que existen diferentes tipos de epilepsia infantil que hacen que debamos tenerlo en cuenta a la hora de llevar a cabo el tratamiento más adecuado para cada caso.
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